"Sin las fiestas patrias inconscientes"
me dijo el Nacho
Un blog atemporal armado con posts al azar que funcionan como ladrillos.
te acordas de aquella vez que miraste para afuera y me dijiste: "Ves ese pajaro, vuela en distinto presente"
poesias fragmentadas. un ahora en mute. una linea de peligro que prefiero no cruzar.
ahora que soy una escena del crimen y
solo me visitan doctores con guantes.
ahora que el velador encendido está frío
nada borra la borra del vino
ni las manchas de tus dedos sobre las copas.
ahora caeré
atravesando un balcón amplio
como la paloma que se estrella ante la ventana
cerrada
o que ignora la cinta de peligro
para volar libre
habiendo transpirado mis sesos
y transmutado tus colores.
la tarde después de una lluvia
el semblante de una pasarela interminable
el rostro de julian assange
hoy alguien recuperó su libertad
pero qué gusto tiene el aire de una libertad
avejentada de prisión
psiquis quebrada en torturas varias
alma que alberga todos los sufrimientos
y sin embargo como pájaro vuela
quizás también canta
la vida es este embole que me como hasta queme
empieza a gustar esta villana de humor puntiagudo
mas que nada en mi vida quiero
sobre ese cuerpo voluminoso
quiero caer derrotado
quiero decir quiero caer vencido
quiero decir derrumbarme
despues tomar su forma
calavera carece de formato al fojarse la eternidad
caliente fusion de los seres sangrantes
furioso tornado tuerce las aberturas y deja entrar la fuerza pura
en el pasado amé mis cicatrices
te las muestro porque brillan en la oscuridad
dialogué con mis latidos
y hoy dialogo con los tuyos
me perdi tanto en mi propio bosque
que encontré un camino micelar
un mundo subterraneo
vistamos el silencio de transpiración
Es septiembre. Es 2022. Es un concierto de música clásica en una iglesia. Llego tarde. Me siento en el piso, detrás de los bancos donde la gente reza susurrando, o escucha.
Desde acá, no veo la música. Solo el retrato de un Jesús benévolo gigante, de túnica blanca, con un rayo de luz roja saliendo -o entrando- de su corazón.
Hace más de cinco años que no piso una iglesia. Desde aquel sermón milenario del Cura de Los Pobres. Los desmayos ao vivo, el agua bendita trapeando el piso, limpiando la sangre y mezclándose con el sudor.
Desde entonces, caminé tantos otros lugares sagrados que ahora hasta percibo la energía del cuidado.
Tenía aversión a volver, y era recíproco. Acepté a Dios cuando perdoné a papá. No existen. Y las catedrales que otros le construyen todavía me resultan algo incómodas.
El primer recuerdo que tiene está reconstruido a medias, tomado de una foto que lo ubica en el patio de atrás de su mundo de entonces, de su casa de la infancia.
Se lo puede ver muy concentrado. La imagen lo capta hablando, todo el día se la pasaba hablando -era su juguete nuevo-, y por la perspectiva parece que está conversando con una silla.
Le parece justo, acertado, y hasta premonitorio.
Ese primer recuerdo, que es también una foto, igual tiene movimiento. Ir caminando, subirse trepando a esa silla de jardín de caños blancos y de esa tela plástica color verdiblanco. La textura rugosa, el pedir ayuda para bajarse.
El naranja ladrillo, el naranja mesada, ¿cuántos hay, abuela?
El olor a ella, el inconfundible aroma a anciana que en aquel momento le parecía tierno.
Jura que la foto la tomó la abuela, pero su familia nunca tuvo cámara y ella no sabía manejar si quiera el teléfono fijo nuevo, sin disco.
¿Qué sería hoy de él si no hubiera sido ese? Su primer recuerdo, el sabor de un pomelo rosado o el deslizar por un tobogán rojo.
Hace mucho tiempo ya. Que el mundo se amplió, la casa se vendió y la abuela siguió viaje.
El diálogo continuó, incesante y sin eco, hablándole a esa silla, a este cuaderno, a ese pequeño niño de remera verde y pantaloncito azul, a esa abuela paciente y compinche.
Soy nacidx en el pantano
comemoscas comemierda
criatura de la lumbre
barrilete sin cordel
niñerx de lombrices
crecí cuis de montes claros
construyendo madrigueras al reparo del espinal
soy el fruto soy arbusto
de raíces al aire
una baya amarilla
de sus semillas la acidez
negro transparente agua
sobre mí flota una balsa
llama una orquesta sinfónica
en la noche que se abre
soy caminos que me abrieron los caballos,
los cactus a la vera, el desnivel.
viento sin polvo, templanza
tallé morteros en las piedras
salté al vacío despistando al invasor
volví orgía de mariquitas
choque de titanes
mantis contra el mundo, sed de colibrí
soy concierto de piedras
que se precipitan montaña abajo
soy el cóndor que las tira
soy su presa, también
agua blanca y agua roja,
vertiente que se renueva,
soy arriba y soy abajo
el silencio y la intuición
soy miradas en la noche
no preguntan ni contestan
ni se detienen y no avanzan
vi nacer ayer la flor.
recomiendo no seguir las reglas, solo sigo el ritmo
en el horizonte siglas se hacen espejismos
siglos de cinismo y gente que espera otra cosa
en mi prosa Dios descansa todos los domingos
rosario clausuró su corazón por la falta de atención
detalles pasan desapercibidos
miro el panorama desde un templo derruido
abuela dando pan a las palomas
y por cierto que los parques van vacíos y se siguen colmando las fortalezas para buitres
el humano se asegura su futuro solamente en su cabeza
afuera, si escuchas la Pacha ruge
y adentro son mis pulmones los que crujen, me sigo metiendo flores para poder cagar compost
compositor de tantas obras truncas, buen amigo, buen rival y malo para los negocios
lo certero es que todavía camino y aunque está distorsionado aun es aire el que respiro
a veces los charcos me hacen de espejo y otras miro para arriba y el techo son nubes negras.
desde hoy ya no soy el mismo
habida cuenta de mi infancia que sobrevive
en fotografias amarilleadas
o en historias que se realzan al repetirse
aunque memorias se vuelvan desiertos en mentes que se apagan.
el tiempo es un agente colonialista
derrumba quinchos de domingo, corroe huesos
en la cintura de mi tio
que fue taxista,
que fue toldero, albañil, plomero,
empleado del banco, esposo de mi tía
bodas de plata, bodas de oro,
un hijo, una hija, cinco nietos
todo eso lo sigue siendo:
mientras exista el viento
hondeará el amor como bandera.
el tiempo es una fuerza que erosiona nuestra tierra,
como este, el amor siempre está vivo
aunque se siente solamente cuando late.
late en una mesa larga, complicidad implícita de parientes,
una parra se llenaba de follaje en verano y hacía las veces de techo.
los platos de porcelana para la ocasión,
25 de diciembre al mediodía.
la bolsa de pan, el tarro de mayonesa, el bol de chimichurri.
una imagen de la bondad.
acercarme a chusmear a la parrilla
ver al hombre sudando inmóvil
por horas
el cuchillo gigante, largo como mis brazos de aquel entonces
el hombre también gigante,
panzón y cachetón,
sin anteojos únicamente
para la parrilla y para la siesta
un pedazo de carne que saca del fuego con sus manos para cortar una puntita
y darme de probar.
él un tipo simple
de pueblo chico, de fórmulas sencillas
para la felicidad: los placeres, los festines.
frente a las necesidades, trabajar.
trabajar mucho, si fuera requerido.
de lo que sea porque trabajo es trabajo.
tal vez por esa simpleza cocinaba tan bien.
cuando vivió en el campo, cultivó sus plantas.
cuando vivió en la ciudad, cuidaba de tomates
que brotaban solos de sus macetas
y los regalaba de a uno.
una época se está terminando,
sus hombres y mujeres comienzan a claudicar.
27 años hace que lo conocía
60 años lo que estuvo al lado de mi tía
3 los días que lleva cremado, descansando, sin velorio
ya liviano, como el viento.
Hoy la valentía es un recuerdo nítido, postal de aquella noche de desvelo donde intenté todo, incluso acobardarme. Andá a saber qué hora era. Yo comí con hambre y en un horario raro, no sé si por las costumbres de la familia de Gabriel o porque era verano.
Hasta esa noche, yo siempre había dormido en mi cama. Me acomodaba de costado para mirar la tele que mi hermano monopolizaba por ser el más grande.
Esa noche tenía calor con dos frazadas, y sentía el pecho transpirado. Gabriel se durmio automáticamente después de tomar helado, y yo quedé a merced de la luminosidad que se colaba por la ventana, dejando entrever las siluetas de lo que había en la habitación.
Di vueltas en la cama durante algunas horas hasta decidir que solo yo podía juzgarme, pues hasta entonces sentía que me reprenderian ni bien me destapara, y salí sigilosamente al patio para encontrarme con la luna llena.
Jamás había visto u oído hablar de las luciérnagas. Un halo de insectos iridiscentes formando un camino de aire que que se extendía hacia algún horizonte que decidí perseguir.
El camino de las luciérnagas me condujo bosque adentro, y me abrí paso hacia ahí donde ya ni se veían las luces de las casas y solo se escuchaba el cuchicheo de los animales.
Paré a descansar en el árbol más grande, y crucé miradas con lo que hoy llamo una lechuza. Tenía sus ojos clavados en mí.
Ella notó que yo no iba a hacerle daño, y se acercó pausadamente. Me habló, marcandome un camino.
Yo la seguí por entre los arbustos, ella cazó un bicho alado y juntas compartimos el festín bajo una luna inmensa que para mí marcaba la luz del día.