mi única salida en todo el mes de abril fue para asistir a mi abuelo. pisando los ochenta años, se mantiene como siempre: fuerte y ágil de mente, torpe y lento de cuerpo. cuarenta años de usar auriculares de todo tipo fueron comiéndole el aparato auditivo y otros tantos de malas posturas le hacen dar gritos ahogados cuando fuerza su cadera. hoy en día, esa cadera aguanta cada vez menos, como una paciencia pero en la mitad del cuerpo.
no digo que me recibe como un héroe, pero me trata como un igual. por la pandemia ahora somos camaradas, dos sabores agridulces de un mismo caramelo raro. hijo de judíos que se refugiaron en el culo del mundo porque los perseguían los alemanes, mi abuelo mantuvo siempre una vida de mesura. "el médico me dijo después de la hernia que yo podía comer de todo, pero de todo una sola porción".
le compré por encargo dos vinos, ricos, tampoco los saqué del tope de la góndola. me dijo cuando llegué que uno era para mí -camaradas, pensé-. lo invité a que descorchemos. levantó una sola ceja y me pasó el pack de galletitas de agua, porque yo sé adonde van.
de todas maneras mis arrebatos no apagaron el débil mechero de su paciencia, y no hizo falta aflojarle la lengua con elixires. él siempre tiene alguna historia guardada, y nunca la cuenta porque cree que no es interesante. a veces para él, a veces para el interlocutor. esta fue una excepción de abril.
corre el año 1989 y se corre la carrera presidencial. mi abuelo Carlos es productor del programa de televisión más visto de todo Rosario, el magazine del mediodía por canal 3. un amigo de él lo llama y le dice "el viernes llega menem a rosario. lo llevo al canal". es época de internas abiertas y el riojano compite contra Antonio Cafiero y De la Sota.
mi abuelo, el rey de la mesura, le dice que sí, pero que llegue a las 12 en punto porque a la 1 entrevistarían a un importante drigente político, radical, amigo del dueño del canal.
llega el viernes y el dirigente radical avisa sobre la hora que no se pudo tomar el avión a tiempo. el cambio de planes, al igual que en este presente filodistópico, lo encuentra entero al rey de la mesura, y a menem se lo recibe como invitado principal. trascartón, lo invitan al banquete en el Hotel Savoy, comilona armada para agasajar al dirigente radical aquel. después de una jornada de camaradería, se entabla cariño y amistad con todo el equipo de trabajo del candidato.
tiempo después, menem ya presidente de los argentinos le envía a mi abuelo una copia de un libro suyo. la tapa, un primer plano a la cara de caudillo inconfundible, con las patillas en degradé y la media sonrisa. en la contraportada, una dedicatoria personalizada que decía, y cito: "para mi tocallo" (sic).
por supuesto que me indicó en que lugar de cuál estantería lo tenía guardado. dice que no lo abre nunca, que el tipo es mufa. por supuesto que no me lo quiso regalar, ni cedió ante mi tentativa de quemarlo. tal vez en mayo me lo intente robar, o tal vez intente averiguar qué otras historias guarda mi abuelo en las estanterías de su memoria.
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