Nuevos mapas para encontrar lugares propios en mi cuerpo.
Magnetismo en mi pecho, la luna su regente.
Un sentido del tacto en el ano que superó el pudor sin psicólogo. En la cima del cerro del pudor, una vez que cambiás el aire y se pasa la piel de gallina, hay un mirador imponente pero yo cierro los ojos y respiro placer.
Tosco y brusco el tocar de mis nuevas manos, curtidas y empolvilladas. Me piden arcilla para exfoliarse. Por primera vez en mi vida, mis manos se resquebrajan y yo me pongo cremita, macho y hembra de mi protagonismo.
Pulsos. Un dolor en el vientre constantemente;
si a la tierra le duelen los abusos, replica en mí,
vientre abierto al sismo.
Cortar. Las uñas de las manos con los dientes, las de los pies con las manos, la leche acumulada con una paja, la paja sin culpa, el café sin azúcar, el vino con la billetera como criterio único, el cero sin miedo y la muerte siempre en el rabillo del ojo izquierdo.
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