el sol dejó de salir sin previo indicio. él se cree grande, todopoderoso, entonces no avisa. yo lo extrañé durante semanas, y el agua que no caía se acumuló hasta volcarse, como cuando cede un techo de lona. me tapó el agua.
quedaron algunas secuelas. una garganta raspada y roja. una luna en el tórax. siento una suerte de campo de fuerza justo entre mi carne y mi piel, como separándome de la existencia exterior.
ayer dormí doce horas, en mis profundidades, apapachado por una marea delicada y sutil.
soñé con Lara, la perra que se crió conmigo. cuando se murió, yo fui el encargado de arrastrarla hasta la puerta. al otro día la pasaron a buscar. había que llamar al mismo número que cuando estaba enferma, y la recogió el mismo tipo en la misma camioneta de siempre, esta vez no para darle pastillas sino para enterrarla, o para cremarla y esparcir sus restos en mi cerebro hasta que resucitó entre sueños.
a Lara la trajo mi hermana cuando era una cachorra callejera maltratada. tenía heridas abiertas, rabia y parásitos. esas alimañas emanaban más vida que ella. cuando llegó me presenté y la saludé, y recién me devolvió el saludo a la semana, más o menos cuando su estómago recuperó su tamaño normal.
Lara era negra como la pobreza misma, y salir a pasear es algo que nunca le hizo gracia.
en mis sueños Lara no ladraba, estaba echada sobre una piedra, yo también. el agua nos mojaba.
había algo en el mar que me irritaba mucho. las olas nos mojaban con una suavidad contundente, y yo sentía frío como se siente el frío en sueños. tambien sentía la saña de las aguas, molestandonos deliberadamente, la tiranía de un hermano mayor. la saga de Lara indefensa contra el mundo.
y yo queria ponerle pausa al mar, pero no podia moverme. quise incorporarme, asimilé sin poder comprenderlo que ahora estaba en el plano onírico e intenté romper el hechizo.
sentía sobre mi pecho el tronco de un gran árbol. traté de moverlo con mis brazos, y senti sobre mi hombro derecho sus raíces ejerciendo constriccion. entré en pánico y quise llorar, pero no sentía mi cara.
me concentré, y usé todas mis fuerzas para mover mi brazo izquierdo. solamente sentí un cosquilleo, un acto de rechazo de mi cuerpo para conmigo.
ese cosquilleo se parece al estallido de estrellas que se forma en mis ojos cuando tengo sueño y me los resfriego mucho, solo que acá ocurrían sobre mi hombro izquierdo, inmovilizandolo.
de pronto, todo se apagó. sudor frío empapaba mi frente. el agua mojaba mis piernas. algo merodeaba y no era yo. sumido en el terror, gritando en seco sonidos que se cancelaban, empecé a escuchar a lo lejos el llanto pausado de Lara.
el recuerdo de Lara recibiendo sin defenderse los cintazos de mi hermano, eso es lo que me trajo a tierra. su suplicio resignado, la paliza después de la travesura, el sufrimiento ajeno que en ese preciso momento me sacó del mío.
me desperté chupándome el dedo, entre la babia y la confusión. no me levanté. me quedé en la cama preguntándome si el desastre se habría resuelto solo.
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