Silber es el boliviano x. Es cualquiera y es todos. Es un ejemplo, y da la casualidad de que también es real.
Por circunstancias que nada tienen que ver acá, tuve que "coger un carro" desde la frontera Bolivia-Perú hasta Copacabana. Me dijeron que costaría unos 25 bolivianos, pero Silber de entrada me dijo 20.
Él es oriundo de Copacabana, y debe tener unos cincuenta y tantos, aunque es difícil adivinarlo.
Para matar el tiempo, le hice algunas preguntas. Fiel a lo que estaba acostumbrado, en Silber me encontré con un boliviano trabajador, humilde (más allá de lo lindo de su auto) y muy discreto, pero amablemente me siguió la charla. Hasta entró en el juego y me hizo varias preguntas.
Por su acento se notaba que el español no era su lengua materna; me explicó que aprendió primero a hablar aymara, lengua -y cultura- indígena muy presente muy viva en lo que es la zona de frontera boliviaperuana, -después me enteraría que en en La Paz también- (en Bolivia hay unas 36 etnias y, entre aymaras y quichuas, conforman algo así como el 25% de la población boliviana, que apenas supera los 10 millones).
Le pregunté por Evo y me hizo gesto de másomenos, porque "habla mucho y hace poco". "Como todo político", coincidimos mientras me daba a entender que, mal que mal, trabajaba.
También consulté por su antecesor, porque había leído que tuvo que renunciar. "Ese se escapó con sus valijas llenas de plata", me contestó con esa sonrisa que se usa universalmente para mostrar que uno se ríe pa' no llorar.
Me hizo una pregunta a mi criterio inteligentísima: que cómo estaba Bolivia respecto a los otros países que conocí. Le respondí que me pareció similar a lo demás en Sudamérica, salvando que en otros países son en general mayores las garantías básicas de agua, comida y cierta infraestructura. Le conté que me preocupaba ver tantos niños trabajando y, claro, Silber asintió. Ahí es cuando le pregunté por su historia, que es la de él como también es la de cualquiera de por allá.
A los 8 años quedó huérfano de madre y tuvo que salir a laburar para no morirse de hambre. Formó su familia en La Paz y me remil conmovió cuando me dijo que su experiencia le sirvió para mandar a sus hijos a estudiar, y que uno era "informático" y el otro arquitecto, y que hasta tenía un nieto.
Me preguntó por Buenos Aires porque su hermano, que también se llama Maximiliano, trabaja y vive ahí, y que lo invitó muchas veces, pero le da miedo ir!
Silber se asombró cuando le dije que tuve un mes de vacaciones para viajar, y se rió cuando le expliqué lo afortunado que me siento.
"Buenos Aires es muy lejos y muy grande", me largó como asimilando que tampoco le gusta La Paz.
Se volvió a su Copacabana natal por recomendación del médico. Sufre del estómago, y creo que se regresó porque se respira mejor aire.
"Aquí las carreteras son tranquilas, no es como La Paz. Acá uno no tiene que correr", me contaba con mucha calma mientras yo miraba el Lago Titicaca, tan cerca, tan enorme.
1 comentario:
Gran post. Se me puso la piel de gallina al final. Eso es bueno.
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