lunes, 5 de octubre de 2020

elegía para miguel ángel

desde hoy ya no soy el mismo

habida cuenta de mi infancia que sobrevive

en fotografias amarilleadas
o en historias que se realzan al repetirse
aunque memorias se vuelvan desiertos en mentes que se apagan.

el tiempo es un agente colonialista
derrumba quinchos de domingo, corroe huesos
en la cintura de mi tio
que fue taxista,
que fue toldero, albañil, plomero,
empleado del banco, esposo de mi tía
bodas de plata, bodas de oro,
un hijo, una hija, cinco nietos
todo eso lo sigue siendo:
mientras exista el viento
hondeará el amor como bandera.

el tiempo es una fuerza que erosiona nuestra tierra,
como este, el amor siempre está vivo
aunque se siente solamente cuando late.

late en una mesa larga, complicidad implícita de parientes,
una parra se llenaba de follaje en verano y hacía las veces de techo.
los platos de porcelana para la ocasión,
25 de diciembre al mediodía.
la bolsa de pan, el tarro de mayonesa, el bol de chimichurri.

una imagen de la bondad.
acercarme a chusmear a la parrilla
ver al hombre sudando inmóvil
por horas
el cuchillo gigante, largo como mis brazos de aquel entonces
el hombre también gigante,
panzón y cachetón,
sin anteojos únicamente
para la parrilla y para la siesta
un pedazo de carne que saca del fuego con sus manos para cortar una puntita
y darme de probar.

él un tipo simple
de pueblo chico, de fórmulas sencillas
para la felicidad: los placeres, los festines.
frente a las necesidades, trabajar.
trabajar mucho, si fuera requerido.
de lo que sea porque trabajo es trabajo.

tal vez por esa simpleza cocinaba tan bien.

cuando vivió en el campo, cultivó sus plantas.
cuando vivió en la ciudad, cuidaba de tomates
que brotaban solos de sus macetas
y los regalaba de a uno.

una época se está terminando,
sus hombres y mujeres comienzan a claudicar.
27 años hace que lo conocía
60 años lo que estuvo al lado de mi tía
3 los días que lleva cremado, descansando, sin velorio

ya liviano, como el viento.

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