miércoles, 8 de noviembre de 2017

Pibe llorando

Un pibe llorando adelante de una puerta cerrada. Intenta gritar pero su voz está tan partida como su armonía. Su cara se tornó color rojo envidia. ¿Por qué? Porque, desde el piso de un pasillo que no barren desde hace meses, y con el jean pegoteado de fernet en el orto, escucha los gemidos de su chica cogiendo con algún cancherito.

La vida misma.

El narrador empieza la historia por el final. El principio -aunque la elección de un principio es siempre arbitraria- se da hace unos 8 años. Él está almorzando en su casa, charla con su hermana mayor y ella le hace una lista de canciones. Charly, Los Ramones, The Cure, David Bowie. La música. La movida. Otro mundo existe. 

La ilusión.

A partir de ese momento, descubre un ingrediente nuevo. Como si la vida fuera carne al horno y el acabara de conocer la pimienta. Ya nunca estará conforme. Por el resto de su vida va a perseguir algo, va a ir detrás de la intuición. No lo va a encontrar. Lo sabe. Conocerá la nostalgia. Será feliz un rato cada mes, como mucho.

¿Cómo gritaría una flor // si tuviera voz // cuando le arrancan los pétalos?

Su primer recital va a ser a los 14. Va a fumar porro por primera vez a los 18. Va a tomar ácido a los 17. Le va a regalar un vinilo de Pink Floyd a su primer novia a los 19. Pero va a escuchar un vinilo por primera vez a los 20. 

La música es una espiral indetenible.

Va a creer en cambiar el mundo. Va a querer cambiarlo. Y va a perder las esperanzas. También las va a recuperar. Una vez por semana, se va a notar derrotado y solo, va a sentir que no tiene nada en qué creer. El día en que abandone su tercer carrera, va a escribir el monólogo con el que empieza Trainspotting con fibrón indeleble en el placard de su habitación.

Se va a levantar todos los días de toda su vida pensando que debería estar viviendo en un mundo pero que está viviendo en otro.

Va a tener 21 años. Se va a tomar un tubo de vino y va a fumar dos secas. Va a salir a algún lado algún sábado a la noche y esas flores lo van a marear. Mirando lo que ve a su alrededor, va a reflexionar sobre su generación, sobre si realmente existe tal cosa. Va a estar escuchando Radiohead pero pensando en Fito Páez y sintiéndose como El Otro Yo. Va a ir caminando decidido. Va a quebrar en el pasillo de una vieja pensión, entre cenicero lleno y cenicero lleno, escuchándola a ella gimiendo a través de una puerta cerrada.

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Sometimes YOU have to be your own hero