Confundidos y haciendo repeticiones,
encerrados en un gimnasio.
Sacando pecho, metiendo panza,
falseando media sonrisa.
O saliendo a correr
vestidos por la moda,
brillando flúor con
zapatillas magenta.
Son las únicas opciones
que se pueden comprar
en las vidrieras del centro.
Estamos buscando la Fuerza.
Usarla
para presumir,
o guardarla
para el momento indicado.
Y nos damos concesiones
para darnos impulso.
Como con todo,
chocamos con la barrera
de que no vale la pena.
Y seguimos.
Nos sentimos un poco
ridículos
mientras hacemos que escuchamos
al cuerpo.
Queremos domarlo.
Para explotarlo.
Y para sentirnos mejor.
Una lucha contra el autoestima
mal planteada desde un principio.
Es mentira eso del horizonte.
Y también es mentira
lo de los abdominales marcados.
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